Los seres humanos y las enfermedades autoinmunes continúan evolucionando juntas

La capacidad de luchar contra las enfermedades es una fuerza impulsora de la supervivencia humana. La inflamación se ha convertido en un arma clave en este proceso. A medida que los patógenos cambian y evolucionan, el sistema inmunológico se adapta para mantenerse al día.

La evolución de nuestro ADN también provocó enfermedades autoinmunes, explican los investigadores.

Sin embargo, ¿hasta qué punto estas adaptaciones evolutivas también podrían dar lugar a enfermedades autoinmunes como el lupus y la enfermedad de Crohn?

Esta fue una pregunta central en un reciente Tendencias en inmunología revisión realizada por dos científicos de la Universidad de Radboud, en Nijmegen, Países Bajos.

Para abordar el tema, el primer autor Jorge Domínguez-Andrés, investigador postdoctoral en ciencias de la vida molecular, y el autor principal, el profesor Mihai G. Netea, catedrático de medicina interna experimental, examinaron estudios en los campos de virología, genética, microbiología e inmunología. .

Se centraron en personas de ascendencia africana o euroasiática y en cómo sus orígenes ancestrales pueden haber influido en su riesgo de enfermedades autoinmunes.

De particular interés fue la forma en que los patógenos comunes en diferentes comunidades se relacionan con los cambios en el ADN de las personas, particularmente cuando esto involucra inflamación.

Un sistema inmunológico en evolución

El equipo descubrió que los cambios genéticos hacían más difícil que las infecciones por patógenos se afianzaran.

Sin embargo, con el tiempo, parece que las enfermedades relacionadas con la inflamación, como la enfermedad inflamatoria intestinal, la enfermedad de Crohn y el lupus, han aparecido junto con mejoras en las defensas inmunitarias.

Los hallazgos también sugieren que el sistema inmunológico humano continúa evolucionando y adaptándose a los cambios en el medio ambiente y el estilo de vida.

“Parece haber un equilibrio”, dice Domínguez-Andrés.

“Los seres humanos evolucionan para construir defensas contra las enfermedades”, continúa, “pero no somos capaces de detener la aparición de enfermedades, por lo que el beneficio que obtenemos por un lado también nos hace más sensibles a las nuevas enfermedades por el otro”.

Observa que las enfermedades autoinmunes en los seres humanos de hoy tienden a surgir más tarde en la vida. Estos no habrían causado problemas de salud a nuestros antepasados ​​porque sus vidas fueron mucho más cortas.

"Ahora que vivimos mucho más", explica, "podemos ver las consecuencias de las infecciones que les sucedieron a nuestros antepasados".

El ejemplo de la malaria

Uno de los ejemplos que Domínguez-Andrés y Netea cubren en detalle en su revisión es el paludismo.

"Entre varias enfermedades infecciosas", escriben, "la malaria ha ejercido la mayor presión evolutiva en las comunidades de todo el continente africano".

La malaria es una enfermedad transmitida por mosquitos que enferma gravemente a las personas con síntomas similares a los de la gripe, como escalofríos y fiebre alta.

Si bien ha habido muchos avances en la lucha para controlar y eliminar la enfermedad potencialmente mortal, sigue amenazando a casi la mitad de la población mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La causa de la malaria son los parásitos que pertenecen a la especie. Plasmodium. Estos parásitos se transmiten a los humanos a través de las picaduras de hembras infectadas. Anofeles mosquitos.

Domínguez-Andrés y Netea señalan que Plasmodium ha estado infectando a personas en África durante millones de años. Durante ese período, el sistema inmunológico de esas poblaciones humanas ha desarrollado una resistencia más fuerte a la infección al aumentar la inflamación.

Sin embargo, la desventaja de aumentar la inflamación para resistir las enfermedades infecciosas es que favorece los problemas de salud que tienden a ocurrir más adelante en la vida.

Los humanos modernos de ascendencia africana son más propensos a desarrollar tales afecciones, que incluyen aterosclerosis y otras enfermedades cardiovasculares.

Otro ejemplo de cómo los cambios ancestrales en el ADN dejan huellas en el sistema inmunológico de los humanos modernos es el mestizaje de los primeros euroasiáticos con los neandertales.

Los seres humanos modernos cuyos genomas albergan restos de ADN neandertal tienen sistemas inmunológicos que son más capaces de resistir las infecciones por estafilococos y el VIH-1. Sin embargo, también son más propensos al asma, la fiebre del heno y otras alergias.

Nueva tecnología

Las mejoras en la tecnología hacen que sea más posible encontrar las desventajas que pueden acompañar a las adaptaciones para combatir enfermedades.

La secuenciación de próxima generación, por ejemplo, está permitiendo a los científicos profundizar más en lo que sucede a nivel del ADN entre los patógenos y los organismos que infectan.

La nueva tecnología no solo está mejorando para revelar los cambios genéticos que ocurrieron en nuestros antepasados, sino que también muestra que el sistema inmunológico humano continúa evolucionando y adaptándose.

En África, todavía hay tribus que buscan comida como lo hacían sus antepasados. Gracias a las nuevas herramientas, los científicos pueden ver cómo las bacterias intestinales de estas tribus son más diversas que las de, por ejemplo, los afroamericanos contemporáneos, que compran alimentos en las tiendas.

Otros cambios que han repercutido en el ADN son las mejoras en la higiene que se han producido en los últimos siglos. Estos han reducido la exposición a patógenos y la diversidad de bacterias intestinales.

“Esta reducción de la diversidad de la microbiota en las sociedades occidentales”, observan los autores, “se ha asociado con una mayor incidencia de las llamadas 'enfermedades de la civilización', como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la obesidad y los trastornos autoinmunes, que son muy inusuales. en las sociedades de cazadores-recolectores, en comparación con las comunidades que llevan un estilo de vida occidental ".

Domínguez-Andrés y Netea están ampliando su investigación a poblaciones cuya ascendencia no es africana o euroasiática.

"Hoy, estamos sufriendo o beneficiándonos de las defensas construidas en nuestro ADN por el sistema inmunológico de nuestros antepasados ​​que luchan contra las infecciones o nos estamos acostumbrando a nuevos estilos de vida".

Jorge Domínguez-Andrés, Ph.D.

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